UNIENDO ALMAS

"No es la especie, es el vínculo"

— Quieren enterrarle
— Sí.
— Si esto es el amor, no lo quiero. Arrebatádmelo, ¡por favor! ¿Por qué me causa tanto dolor?
— Porque era verdadero.

Diálogo entre Thranduil y Tauriel tras la muerte de Kili en la película El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos.

El amor es la fuerza universal que sostiene todo y es la esencia de la vida misma y de todo el universo. Nos conecta profundamente con quienes compartimos nuestro camino y, cuando perdemos a un ser querido, ese amor puede quedar empañado por un dolor difícil de sobrellevar. A veces, el miedo a enfrentar ese dolor de nuevo nos lleva a cerrar el corazón, evitando volver a amar. Sin darnos cuenta quedamos atrapad@s en el sufrimiento y el recuerdo de nuestro ser querido se convierte en uno de pesar, tapando el amor que era nuestro nexo.

Ese proceso es aún más complicado cuando se trata del duelo por la pérdida de un animal. Estos duelos suelen ser invisibilizados, minimizados e incomprendidos. Muchas veces, esta falta de reconocimiento nos hace reprimir e ignorar nuestras emociones, temiendo el juicio de los demás e intentando convencernos de que “hay cosas peores”, y nos deja con un corazón lleno de preguntas. Pero el dolor no procesado no desaparece; se acumula y, en algún momento, se manifiesta con mayor intensidad.

Quiero invitarte a recordar que el amor por ese ser que tanto significa para ti no se pierde cuando su cuerpo deja de respirar. Ese amor trasciende lo físico: es un vínculo eterno que nos mantiene unid@s para siempre, más allá de lo que nuestros ojos pueden ver.

Mi propósito en El Jardín de Dana es acompañarte en este camino, ofreciéndote un espacio seguro para transitar tu duelo.

Estoy aquí para escucharte, sostenerte y ayudarte a superar ese sufrimiento que provoca la pérdida. Acompañarte en este proceso y contribuir a que tú y tu animal (porque ell@s también forman parte de este proceso) podáis conectar de nuevo desde el amor y la luz y no desde el pesar. Honrar ese lazo de unión significa integrar su legado de una manera que celebre su vida y el amor que compartisteis, sin cargas no resueltas.

Sé que este camino puede ser difícil, pero no estás sol@. Intentaré enseñarte a verl@ desde otra perspectiva: no con los ojos físicos, sino con los ojos del corazón.

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SOBRE MÍ

Mi nombre es Maite; me formé como Ayudante Técnico Veterinario y he creado el Jardín de Dana para dar visibilidad al Duelo Animal y ofrecer un apoyo sincero a quienes lo atraviesan. Son múltiples los motivos que me han llevado hasta aquí. Esos múltiples motivos tienen forma de animal: desde perros, gatos, conejos y roedores, pasando por aves y reptiles. En cada una de esas muertes o pérdidas, he experimentado un dolor indescriptible e incomprendido; nadie podía alcanzar a entender lo que eso suponía para mí.

Desde que tengo uso de razón, los animales han formado parte de mi vida y esta ha girado en torno a ellos, tanto en convivencia como de rescatista. He experimentado sus pérdidas de maneras variadas: muertes naturales, tempranas, por vejez, enfermedad, eutanasia, desapariciones…Sé lo que es enfrentarse al vacío, a la culpa y al juicio externo. Pero también sé que es posible transformar ese dolor en una conexión profunda y duradera con nuestros seres amados, quienes siempre permanecen con nosotros de alguna manera.

Mi camino de sanación me llevó a formarme como Acompañante en Duelo Animal con Laura Vidal y con su exclusivo Método Huella Emocional®. Hoy, con herramientas, experiencia y un corazón abierto, quiero ofrecerte el mismo apoyo que a mí me faltó en momentos clave.

"Todos somos almas en un viaje infinito con un cuerpo temporal."

El legado de Roy, Tim y Dana

Mis animales han sido mis grandes maestros. Sus vidas y despedidas moldearon mi camino hacia el acompañamiento en duelo. Sus historias dieron forma a mi propósito, aun cuando yo ni siquiera sabía que este existía. Todos tienen nombre, rostros, personalidades y esta es mi forma de honrarlos: dar luz al mundo animal del que formamos parte. No olvidemos que también somos animales y la palabra “animal” viene del latín animal-alis, “que tiene alma, aire, aliento”. Tod@s somos almas en un viaje infinito con un cuerpo temporal.

Como son muchos los que forman parte de mi familia animal, tanto los que están físicamente como los que están en alma, guardados en mi corazón, es imposible en esta página nombrarlos a cada un@. Voy a limitarme a contar una breve historia sobre los tres últimos que me han acompañado en mi etapa adulta: Roy, Tim y Dana.

Roy🐾

Él fue el primer perro del que yo fui su única responsable. Era mi amigo, mi protector, mi compañero, una extensión mía, mi avatar. Era el perro más noble, inteligente y bueno del mundo; gustaba a todos, hasta a los que no les gustaban los animales se enamoraban de él. Tenía 3 meses cuando llegó a mi vida, tan delgadito, tan asustado. La primera noche la pasó durmiendo a mi lado en su camita, él solito, sin llorar ni molestar; era un santo. Tuve el privilegio de disfrutarlo durante 14 años y pasamos por muchas cosas juntos. Su muerte fue el fin de un ciclo y el comienzo de hacerse patente el dolor que ya llevaba acumulado desde la niñez por las otras pérdidas. Recuerdo cuando dejó de respirar; yo, tumbada a su lado, le susurré: “Te quiero, te voy a querer siempre. Corre, corre feliz por el prado”. Con su último suspiro, una parte de mí se paró. Llegué a mi límite (eso creía) y dije: “No quiero más animales”; no me veía capaz de soportar más dolor.

Tim🐾

Pero la vida tiene sus propios planes y, al poco tiempo, por circunstancias ajenas a mí, me hice cargo de otro perro de la familia, un pequeñín llamado Tin, al que yo llamaba Tim, y no pequeñín por edad (tenía 12 años), sino por su tamaño. Él se convirtió en mi bebé, mi niño mimado, mi lapa; siempre pegado a mí, demandándome que lo cogiera en brazos con sus lloriqueos y ladridos. Era el perro más simpático y gracioso que he conocido. Solo pasamos 5 años juntos, pero el día en que su minúsculo cuerpo, con 17 años, quedó vacío, yo creí morir; un alarido salió de mi garganta que no paró hasta mucho después. De hecho, no es que me sintiera morir, es que quería morir y marcharme con él. Solo quería estar a su lado. Si en ese momento me aseguran que si muero me reúno con él, me hubiera quitado la vida sin dudarlo. A pesar de sus 17 años, su muerte fue repentina; no estuvo enfermo, no estuvo viejo, no se deterioró. No me había hecho a la idea de que podía ocurrir. Pero, aun creyendo que no podía soportar más dolor después de la muerte de Roy, soporté también la de Tim, y aún no sé ni cómo. Ni siquiera meses después podía hablar de cómo había sucedido; no conseguía verbalizarlo. Y, de nuevo, volví a mi mantra desde la muerte de Roy: “No quiero tener más animales; no quiero sufrir más”.

Dana🐾

Y, de nuevo, la vida hizo una carambola de la que no pude escapar y, a los 4 meses, llegó Dana, mi inspiración para crear este espacio. Su partida fue una llamada a transformar el miedo y el sufrimiento en amor y propósito. Dana es este hermoso jardín que pretende recordar que el amor trasciende todas las barreras.

Con el tiempo, tuve la sensación de que a Dana me la envió Tim, una especie de pacto. Las cosas sucedieron de una forma que parecía orquestada, perfecta. Al principio, yo no quería ser su responsable; solo ser su acogida, ya que no tenía a dónde ir. Era una perra con 8 años y su única opción en ese momento era la perrera. Pero, mágica como es ella, fue haciéndose hueco en el corazón de cada uno de los miembros de la familia de una manera orgánica, sin fallas, impecable, ineludible. Su último suspiro lo dio el 14/11/2023, a los casi 16 años. Yo no podía respirar; todo me daba vueltas, mi alma se salía del cuerpo, todo me parecía irreal, un mal sueño. Aunque ya lo preveía, una parte de mí se negaba a aceptar aquello que se acercaba de forma inexorable y ese momento había llegado.

Ella es mi empuje a día de hoy; me envía señales y yo las sigo. Esta vez, con Dana, mi decisión ha sido diferente a la que intenté tomar con Roy y con Tim. Tomé la decisión de sanar esos duelos acumulados, de conocer y acercarme a la muerte, perderle el miedo para poder vivir la vida y seguir amando. Y, en esa decisión, el universo, Dana y tod@s l@s demás pusieron en mi camino a mi mentora, Laura Vidal, quien ha dado forma a parte de lo que soy hoy, a una misión, a un propósito que es el de acompañar a toda aquella o aquel que lo necesite.»

El Jardín de Dana® por Maite Duarte Todos lo derechos reservados ♥ | Creada por Id.Tech